viernes, 18 de marzo de 2016

Lo difícil te vuelve más fuerte


En la vida siempre tenemos esos episodios que nos marcan. Esos momentos en los que no queda nada más que ser fuertes y toca encarar la situación con la esperanza de que todo estará bien. En lo personal, he tenido varios de estos episodios que han marcado mi vida. Pero nunca cambió tanto el rumbo de mi existencia como el nacimiento de mi bebé.
Desde que nos enteramos que íbamos a ser papás supimos que nuestra vida había cambiado. Es increíble como un ser tan pequeñito te viene a poner el mundo de cabeza en un segundo. Fue un embarazo muy tranquilo en el que con mi esposo pudimos disfrutar de cosas increíbles: oír por primera vez el corazoncito, verlo moverse, sentir sus pataditas y tener uno que otro malestar y antojo. Todo transcurrió con normalidad y en los últimos meses a penas podíamos contenernos entre la emoción y los nervios de lo desconocido.
Y, como la vida te sorprende en los momentos menos esperados, de un momento a otro la hora de conocer a nuestro pequeño llegó un mes antes de lo planeado. Con la tecnología y los avances de medicina toca confiar en lo que los doctores te dicen y seguir sus instrucciones. No siempre es lo más fácil, menos cuando involucra al tesoro que, para ti, vale más que tu vida.
Sin ánimo de hacer la historia más larga de lo necesaria, se nos informó que íbamos a programar la cesárea para el lunes 16 de marzo. No, no era así como lo habíamos imaginado. No, no era ninguno de los escenarios que nos habíamos planteado. No, no era así como creíamos que todo iba a suceder.
Hay ciertos momentos en la vida que te marcan tanto como esos en los que hay que jugarse el todo por el todo. Esos momentos en los que, no importando que, debemos ser fuertes y enfrentarlo aunque esto signifique pretender que se es valiente. Este fue nuestro caso. No es fácil saber que tendrán que sacar a tu bebé antes para poder salvarle la vida. Es algo muy duro de aceptar. Pese a toda esta situación, fue reconfortante saber que con Juanpi, mi esposo, esto solo nos iba a volver más fuertes.
No les voy a mentir, esos días de espera fueron una mezcla de emociones intensas. Un gran sentimiento de euforia acompañado del temor a lo desconocido. Fuimos muy fuertes frente a los demás aunque eso implicó secar un par de lágrimas en nuestra almohada por las noches. En esos momentos en donde el día llega a su fin, las luces se apagan y estás ahí digiriendo toda la situación y preguntándote qué irá a pasar.
Y de pronto te das cuenta que eres más fuerte de lo que crees. Tienes más fe de lo que esperabas y te dejas guiar por tu instinto. Es increíble como la certeza de que todo estará bien, cuando lo sientes en tu interior aunque el panorama parezca otro, es suficiente para darte ese impulso que te falta.
Hoy celebramos el primer año de lo que ha sido un viaje increíble. Hemos aprendido a conocer que no sabíamos tanto como creíamos. Hemos aprendido a sorprendernos por los milagros constantes de lo cotidiano y a darle importancia a lo que vale la pena. Nos hemos vuelto más frágiles y sentimentales pero a la vez somos más valientes de lo que éramos antes. Somos capaces de no dejarnos llevar por las normas para darle paso a la incertidumbre que involucra algunas veces la paternidad. Y la verdad, se siente genial.
No, no importaron los siete días en el intensivo de neonatal. No, no importó recibir pocas visitas en el hospital. No, no importó el miedo enorme a saber si serás capaz de darle a ese pequeño todo lo que necesita. Te vuelve fuerte lo que un día te quebró y te das cuenta de que eres más valiente de lo que un día creíste. Te das cuenta de lo frágil de la vida y de lo intenso que hay que vivirla. Te das cuenta de que lo difícil te vuelve más fuerte y, al final, agradeces por ello.

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